miércoles, 23 de octubre de 2019

LA NOCHE DE LAS DOS LUNAS
"El artista no tiene preferencias morales...
Pensamiento y lenguaje son, para el artista,
instrumentos de su arte"
El retrato de Dorian Grey
Óscar Wilde

Cuando un argumento hace que te cuestiones, estamos ante una buena película; la dirección motiva a mantenerse atento; juega con las emociones; crea sensaciones hasta lograr erizar al espectador. La armonía de los argumentos son la vitrina de una sensibilidad macerada con el recorrer de culturas diversas, en viajes físicos y a través de incontables lecturas; muchas horas de buen cine, amenas conversaciones con gente extraordinaria; ante todo, una atención casi obsesiva en los detalles, los que escapan a la mayoría: estos, y muchos otros elementos, susurraron una plácida maestría en la Dirección de La noche de las dos lunas, de Miguel Ferrari. 

Cuánto se agradece que una historia tenga giros inesperados, que a ratos, la mala sea víctima, heroína, mala de nuevo y en un momento, con una sola mirada encontrada, la ternura atrapada en el cuello, todo se olvida, solo importa él, el centro de todo, el ausente de todo, el protagonista en todo.

La fotografía de Alejandra Henao es un destello eterno de sensatez. Lúcidas sutilezas que se aprenden en el camino del observador atento. Se aprende a domar la sensibilidad para liberarla cuando más precisa puede ser; cuando juega a nuestro favor, sin error. La fotografía en esta película está totalmente en comunión con la dirección; bailan al mismo compás para no quedar en la simple expectación; complementa el mensaje; es inmensa, paisajista, cargada de tanta naturalidad y naturaleza. Nos regocija con tanto detalle en grandes planos generales.

La música acompasa sutilmente los sentimientos, suavemente; a ratos, suben como ternezas traviesas; cuando al director se le antoja, saltan, nos miran expectantes, de frente, se complacen con nuestras caras de satisfacción, asombro, alegría, tristeza, enojo; sabedores de que fuimos atrapados; nos dejamos llevar; confieso mi complicidad consentida.

Los actores, identificados totalmente con sus personajes, gentilmente nos invitaron a ser parte de su intimidad, de sus miedos y anhelos; se sentaron a la mesa para evidenciar temas sobre los cuales No estamos acostumbrados a pensar, ni por curiosidad. Sumidos en la fuerza de nuestras cotidianidades nos sentimos seguros. Nos cuestionamos. Nuevamente mérito para el Director, quien escogió un primoroso elenco para ayudarle a exponer la fragilidad de nuestra moralidad; nos cuestionamos, lo reitero.

Las sublimes metáforas que hilvanan la historia, son luciérnagas cuyo destello deja una luz perdurable en la memoria: tienen la fuerza del tiempo que se diluye gota a gota y nada puedes hacer; la dualidad de la luz que atrapas, pero no te pertenece; la posibilidad de una familia convencional sin rostro ¿por qué tiene que ser convencional el amor? el bebé que llora cuando su madre lo abraza, lo quiere infinitamente, y en ese infinito único momento de los dos, se despide por siempre; pero, ese bebé, calla y se siente seguro cuando su Madre lo toca. Ese día, yo también lo vi, hubo dos lunas.

Daynú Acosta


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