lunes, 20 de julio de 2020

A mis colegas profesores


Aprender, superarse, hacerse más humano, consolidarse como ciudadano.

Los profesores universitarios somos ante todo imperfectos, eternos aprendices de nuestro oficio; investigadores constantes, deseosos de crecer aprendiendo, gustosos de compartir ese nuevo saber en corazones apasionados.

Desde hace muchos años, en Venezuela, dos grandes ignominias aplastan esta profesión, base fundamental de toda sociedad próspera:

1.- Un sistema tiránico de dominación que ha impuesto que no se necesita estudiar para vivir, y que así unos estudien y otros no, todos van a ganar lo mismo. Solo en un sistema castrado de Ética, meritocracia, hermandad y Amor, puede parasitar esa mezquindan.

Se estudia para ser mejores de lo que podemos ser: ciudadanos. La comprensión de que en la diversidad está el conocimiento nos hace tolerantes; entender que "el cambio es la única constante" (Heráclito), nos hace sabios y perseverantes; adquirir conocimientos que refuercen nuestros talentos nos hace Útiles; que gloria sentirse útil, porque solo se logra por esfuerzo propio; aprender a convivir, nos hace respetar a nuestros semejantes. La convivencia es armonía social.

2.- He conversado con varios profesores, cuyo único sustento es dar clases. La indolencia de quienes dirigen varias instituciones educativas, aunada a la crisis nacional, tiene en la mendicidad a muchos profesores, valiosos profesionales que han masticado su angustia para no enloquecer a gritos en cualquier momento.

Quien asume un cargo directivo tiene la obligación, porque así lo aceptó, de velar por el bienestar de su planta docente e institución.

“Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no ha comido bien”, Virginia Woolf

¿Cómo carajos se puede esperar de una persona que no ha podido cubrir sus necesidades básicas que cumpla con su trabajo? El trabajo educativo es intelectual, para ello hay que satisfacer primero lo Orgánico, TODOS lo sabemos, pero muchos miran a la izquierda o a la derecha ignorando la realidad.

Una persona que ve diluido su esfuerzo y años de dedicación, en una quincena que solo le alcanza para un kilo de arroz y una cabeza de ajo, ve mellada su dignidad. Su seguridad se trastoca; esto es inaceptable.

En el evangelio de San Mateo 14, 13-22, se menciona la primera multiplicación de los panes y peces. Jesús, como líder, como responsable, como pastor y guia cuidó de su gente, amorosamente.

¿Acaso no es este el ejemplo de amor, responsabilidad y solidaridad que nos legó? ¿No está en la mano de quien puede y debe, garantizar que sus profesores puedan cubrir sus necesidades básicas para que, juntos, puedan garantizar el máximo deber de difundir el conocimiento?

Muchos pueden sumar soluciones, que beneficien a todos los afectados, lo cual incluye a nuestros estudiantes. Se les está arrojando una pila de desanimo, de desepción de su país, de descrédito en detrimento del amor por la educación, de que se nos sigan yendo.

Recuerdo que en el 2002, el sueldo mínimo eran 184.000Bs. con lo cual una familia de 5 personas vivía cómoda y dignamente. Yo, impartiendo clases en la UNICA y narrando noticias junto al Sr. Máximo Flores Velázquez, ganaba el equivalente a 4 sueldos mínimos. Qué no hice con mi dinero ganado con mi esfuerzo. Lo primero, fue sentirme importante, seguro, orgulloso de mi mismo y del ejemplo de vida de mi madre. Agradecí a mis profesores su tiempo y dedicación, me comprometí a aprender más para colaborar a que muchos más tuviesen esa dicha indeleble de dar clases que yo aún conservo, así hoy me dedique a otras áreas de la comunicación.

Mis colegas que insisten, son profesionales de una nobleza a prueba de ingratitud, con un tesón inquebrantable que aparta la indiferencia y siguen adelante. Mis colegas tienen hambre de insistir en compartir sus conocimientos y alegrarse hasta las lágrimas cuando un estudiante, con el rostro encendido les dice "Gracias mi profe, por lo que he aprendido de usted".

Permítanme decirles: Gracias profesores, por seguir echándole pichón,
por ser constructores de esta nación,
por seguir adelante con el corazón.

Daynú Acosta





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