jueves, 5 de marzo de 2020

El mar de Fellini en La Strada


"Lo que me hubiera gustado hacer es una película como 'La Strada'. Pero nunca haré 'La Strada'. Ya está hecha, es muy buena, no se podría mejorar
Francis Ford Coppola

El mar como principio y fin: la pobreza, ausencia de todo; de espacio, de intimidad, de tiempo; de fortalecimiento del sentido común, de la Autoestima y Dignidad como formadores de la personalidad. Esencia para convivir socialmente. El mar, en La Strada de Federico Fellini, puede relacionarse como esa inmensidad que construye lo humano, que permite a alguien tener conciencia de su existencia, aprender a conocerse, para luego, si la vida le alcalza, aceptarse.

Ante el mar de lo humano, hay que aprender a nadar para adentrarse aguas adentro de nuestra conciencia; del para qué, más que del por qué. Hacerse humano pasa por aprender, asumir valores como hábitos, usar conocimientos pertinentes y hacerlos útiles; aceptarse; con sus soles y bemoles, desarrollar sentido estético, dar valor a los deberes y derechos, pero sobre todo, edificar consciencias Responsables y Libres, esencia de la humanidad adulta, por encima de la sola existencia orgánica. 

El mar de Fellini, en La Strada, representa lo que aspiramos para ser mejores. No es casual que la película inicie con Gelsomina caminando a un lado del mar, pero no en la orilla, sino, alejada, entre cierta maleza corta, en lo enmarañado, que crece sin dar frutos ni propósito definido; una metáfora que impregna su existencia; los pasos de Gelsomina son lentos, automáticos, no la llevan a ninguna parte, solo anda porque puede, sin sentido del tiempo; de espaldas y lejos de la cámara, en un gran plano general, como quien está allí, pero no representa mayor significación para su entorno; solo está. Viviendo tan cerca del mar, pero alejada de él, no se atreve, o no sabe, cómo nadar, cómo adentrarse en su humanidad. Cómo llegar a ser mejor. En Gelsomina es, claramente, ausente una inteligencia que pueda considerarse entre los parámetros normales. Le fue negada, desde antes de nacer, por naturaleza, pero principalmente por su entorno, aplastado por la pobreza.

A mitad de película, los dos personajes principales: Gelsomina y Zampanó se acercan al mar. Ella corre desbordada de alegría, como una mascota que desespera de emoción ante el mar, pero se detiene solo a contemplar el mar-humanidad, no entra en él. Zampanó entra en el mar, pero solo a mojarse los pies. Tampoco sabe nadar, no se moja las manos; con las manos se construye, se crea, se acaricia, se comunica, se edifica. Él solo se moja los pies, solo sabe pisar lo que se le atraviese. La tosquedad de sus pisadas es su forma de relacionarse. Los modales para él son ajenos, pues, nunca se los presentaron; los desprecia y considera signo de debilidad.

Al final, otra vez el mar, con solo un protagonista; con años encima, soledad y encuentro con su desdicha; no entra al mar, lo contempla; ante la inmensidad de lo que no supo hacer, le da la espalda al mar; abatida su voluntad, solo le queda caer.

Los fragmentos de una vida orgánica quedaron dispersos, sin importarle a nadie, ni siquiera a sus propios protagonistas. El peso de la pobreza los lanzó al olvido. Sin dolientes. 

Personajes

Fui atrapado inmediatamente por la candidez y debilidad de Gelsomina (Giulia Anna Mesina, conocida artísticamente cómo Giulietta Mesina), por la evidente y automática simpatía que nos genera una persona que necesita ayuda para existir. Como lo comentó el Rector Ángel Lombardi, en la charla posterior a la película: Gelsomina es un homenaje al Charlot de Chaplin. Su mirada y muecas me cautivaron. 

Gelsomina es graciosa, abruma su candidez; mi conexión con ella fue aplastantemente inmediata; de solo recordarla me sonrío. Desde su primera mirada implorante, sus gestos cómicos y lastimeros, es inevitable conectarse con ella para entristecer cuando ella entristece, para reír cuando rebosa de felicidad. Que maravillosa experiencia tuve mientras viví la película. Es la creación perfecta de un Gran Director y una Extraordinaria Artista. Ambos, esposos de toda su vida, en el mundo real, supieron estar en sintonía para comunicar efectivamente sus mensajes. Gelsomina es una especie de Lazarillo de Tormes, explotada, ridiculizada y manipulada, hace lo mejor que puede para contentarse mucho con lo poco que pudo tener. 

Zampanó, impedido para sintonizarse con sus emociones, solo busca satisfacer sus necesidades básicas. Oculto en su mal humor y la brutalidad de sus costumbres, está, existe, ocupa un espacio y tiempo, pero no se relaciona con nadie, no crea lazos afectivos. Se conforma con hacer lo que solo sabe hacer para mantener su vida en el nivel más básico. Solo se relaciona demostrando fuerza bruta, iracundidad, no genera respeto, absolutamente ninguno, solo miedo. Rompe lazos. De eso vive.
Busca a Gelsomina, no porque la quiera, menos aún la respete, solo la utiliza para tener garantizada la cotidianidad de su marginal existencia. Cuando se da cuenta de que la necesitaba, ya nada puede hacer. 

Il Matto, el loco, en esta película tiene una significación filosófica. En otros escenarios, es el personaje medieval antiguamente representado por el bufón, era él único que desquiciaba con sus verdades incómodas, por su aplastante sentido común, pues la sociedad prefiere vivir engañada antes que develada. Este personaje podemos verlo en muchas obras literarias y de teatro: como el caso del propio mefistófeles en la segunda parte del Fausto de Goethe; o en el Rey Lear de Shakespeare. Fellini acude a él para asentar, racionalmente, los propósitos de la existencia de Gelsomina y Zampanó: "todo lo que existe tiene un motivo para estar allí", le dice il Matto a Gelsomina, le da un piso emocional al mostrarle un "propósito" de vida; evidentemente no era el único camino que pudo elegir, pero ante las circunstancias y limitaciones de los personajes, era el destino más viable. Il Matto, sabía que moriría tempranamente; lo sabía porque siempre estaba tentando la muerte, y en La Strada, su postura libre y filosófica, le obliga a razonar, a reírse de la vida como el gran circo que es, a burlarse de Zampanó, por lo risible de su acto, por lo tragicómico de su vida desperdiciada.

Las sociedades de todas las épocas temen tanto a las verdades, a la realidad real, que terminan sacrificando al mensajero, pensando, torpe e ingenuamente, que con eso matan el mensaje y salvan el día. Il Mato, es el disidente que nada contracorriente, habla de lo evidente, lo caracteriza y ridiculiza, por eso está solo, pues, con pocos puede conectarse.

Post scríptum
- La Strada fue la primera película en ganar el Oscar a mejor película extranjera. La producción se le reconoce a Dino de Laurentiis y a Carlo Ponti, sin embargo, Fellini declaró que "La Strada se hizo a pesar de Ponti y Dino de Laurentiis".

Para mi, una buena película tiene dos partes, el disfrute de la película y las infinitas conversaciones posteriores que genera. Cada vez que se vea, siempre son variadas y distintas.

Aplausos para el trabajo vital y necesario de Viviana Márquez, por mantener la atmósfera maracaibera en torno al Cine, al buen Cine. Gracias por insistir. Agradecido con Jesús Lombardi por mantener al Teatro Baralt abierto y funcionando, por la continuidad del trabajo de la Dra. Lilia Boscán de Lombardi. Grato siempre es compartir con Ángel Rafel Lombardi Boscán, de quien he aprendido y disfrutado sus análisis cinematográficos, tanto como los históricos.

Reitero mi cariño a Gelsomina; volveré a ver la película, infinitas veces para reírme, llorar, conmoverme y encantarme con sus muecas y gestos.

Lo maravilloso del buen Cine es que trasciende, supera el tiempo y espacio. Fellini y Gelsomina estarán conmigo siempre. 

Daynú Acosta

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